Hacer historia en tierras del Ebro no
siempre es cosa fácil. Si bien no nos faltan los datos de diverso tipo, hay
aspectos del pasado que se prestan a debates bastante apasionados. Muchas veces uno tiene la sensación de
hallarse en una especie de campo de batalla entre dos fuegos donde, más que intentar
buscar las raíces de la zona con rigor, parece que la materia fuera una especie
de oportunidad para defender determinadas reivindicaciones con pinceladas
extremistas.
Digámoslo con rotundidad: La Rioja ha sido
históricamente una tierra disputada por dos grandes fuerzas, la navarra por el
norte y la castellana por el oeste-suroeste, y esto ha influido poderosamente
en muchas de las percepciones que circulan en ese campo de batalla paralelo que
es el de las ideas, y especialmente aquellas asociadas al debate acerca de la
identidad del territorio.
A estas alturas de la vida, no obstante,
deberíamos haber superado ya muchas cosas. Y sobre todo deberíamos haber
abandonado algunos clichés y respuestas automáticas muy arraigadas. En nuestra
época los estudios de historia deberían ser lo más independientes posibles de
los condicionantes externos e incluso, si se me permite la expresión, aspirar a
presentar una razonada asepsia. Por
otra parte, si la forma de encarar el estudio del pasado ha de ser
desapasionada, también han de serlo las conclusiones que se extraigan de cada descubrimiento.
Lo malo es que todo esto no parece
terminar de hacerse realidad en algunos aspectos del conocimiento de los
orígenes de La Rioja, y especialmente en el controvertido tema de sus raíces
vascas. Para algunos sectores, mencionar el hecho de la presencia del euskera
al sur del Ebro viene a ser casi como hablar de un asunto inquietante, en el
que nunca parece que se puedan tener posturas moderadas.
Siempre me ha disgustado mucho este estado
de ánimo, ya que considero que aceptar la idea de que La Rioja fue un
territorio de habla vasca no debería ser interpretado automáticamente como una llamada a su
integración por ejemplo en la Comunidad Autónoma Vasca, o que tales ideas
formen parte de movimiento táctico alguno del nacionalismo vasco. Que el
espacio riojano fuese vascoparlante desde antiguo ni da argumentos a favor de
determinadas ideologías ni se los quita a nadie. Se trata simplemente de un
hecho del pasado, y por tanto imposible de cambiar, que deberíamos contemplar
sin dejarnos llevar por el exceso de emocionalidad que frecuentemente se percibe
en algunos círculos.
Dicho lo dicho a modo de advertencia
previa, y entrando en el tema central de este artículo, llega el momento de
plantearnos la pregunta fundamental: ¿Qué es La Rioja y qué significa este
nombre?
Las
teorías sobre el particular han sido incontables, y quizás esta abundancia de
propuestas ha oscurecido un tanto nuestra comprensión del problema. De todas
formas, pienso que existen indicios suficientes para reconstruir la formación
del término, el territorio al que hacía referencia y su evolución posterior.
Se suele decir que la primera cita del
concepto Rioja aparece en el fuero de
Miranda de Ebro de 1099 (o de 1177 según algunos autores). En un pasaje del
texto, en el que se habla de las disposiciones legales que deben cumplir las
gentes del lugar, se puede leer lo siguiente:
Fuero de Miranda |
(…) omnes homines de terra
lucronii, aut de nagera, aut de rioga, qui uoluerint transire mercaturas uersus
alauam, aut de aliam terram ultra ebro (…)
Lo cual, traducido vendría a significar
aproximadamente:
(…) todos los hombres de tierra de
Logroño, o de Nájera, o de Rioja que quieran llevar mercancías hacia Álava, o
cualquier otra tierra al otro lado del Ebro (…)
Aquí ya podemos observar un detalle
significativo: la tierra de Rioja era una comarca situada al sur del Ebro,
colindante con las de Logroño y Nájera, principales centros urbanos de la
región.
Aunque a primera vista puede parecer
evidente deducir que tal nombre hacía referencia al actual Río Oja, algunos
autores han cuestionado recientemente esta idea, defendiendo que el riachuelo
jamás se llamó así, y que por el contrario siempre se ha denominado La Glera, Ilera o Illera.
De todas formas, la documentación acerca
del río es muy abundante, y proliferan formas como rivo de Ogga en 1082, fluminis
Oggensis en 1087 (ambas anteriores a la del fuero de Miranda), riuo de Oiha en 1120 (la cual, como
veremos enseguida, parece conservar la forma más arcaizante), rivum de Oia en 1120, rivo Ogia en 1121, rivo de Oia en 1122 y 1133, rio
d’Oia 1183 y 1198. Entre estas menciones, la más interesante es una de 1275
donde se lee textualmente rio de Oia que
dizen la Glera, lo cual nos evidencia que ambas denominaciones del río
convivían al mismo tiempo, en función de las tendencias de los hablantes.
Ojacastro |
Más antiguas son las citas que hacen
referencia a la población de Ojacastro, como Olia Castri de 1045, Olia
Castri en 1056, Oia Castro en
1074, u Oggacastro de 1087. Dado que
el pueblo está situado a la misma orilla del río, parece incuestionable el
hecho de que el primer componente del topónimo no es otro que el del curso
fluvial, y que por tanto tal denominación venía ya de antiguo. Recordemos si
no, otros topónimos como Albelda de
Iregua, Cervera del Río Alhama o Cerezo de Río Tirón, donde se emplea
también el mismo recurso de nombrar a una localidad añadiéndole el complemento
del río junto al que se asienta, como una especie de apellido que lo diferencia
de otras localidades de nombre similar.
En el caso de Ojacastro esto era necesario
debido a la abundancia de lugares en época medieval que eran denominados bajo
el concepto de castro o fortaleza. Y
es aquí donde de paso entramos en otro aspecto esencial: el orden de los
componentes del topónimo.
Para cualquiera que conozca un poco la
estructura de las hablas romances comparada con las del euskera, resulta
conocido el detalle de que este último suele tender a realizar construcciones
en un orden inverso al castellano. Así que para denominar un castro que
estuviera situado a la orilla del río, se emplearía una forma del tipo *Oja-castro que, en efecto, vemos en el topónimo, en vez de la
castellana que habría sido *castro (del)
Oja.
Teniendo en cuenta que Ojacastro fue
durante toda la Edad Media el epicentro de la región vascófona riojana, es
inevitable concluir que estamos ante un nombre de origen euskérico, y que muy posiblemente
el mismo del Oja también lo es.
A pesar de las muchas teorías que se han
vertido al respecto, defiendo a nivel personal la idea de que Oja vendría de la
palabra vasca *oiha, la cual ha evolucionado al término del dialecto vizcaino
moderno (el más parecido al antiguo riojano) oia = “cama, lecho”, y
por extensión “lecho fluvial”, que en otros dialectos vascos presenta la
variante ohe de idéntico significado.
Esta interpretación es coherente con el
mismo nombre romance de Glera, ya que
en efecto este significa “cascajo del lecho de un río”, por lo que parece que
estamos ante una tautología, es decir, la repetición de una misma idea en dos
lenguas en convivencia.
Un buen paralelo del fenómeno lo tenemos
en la cercana Fresneda de la Sierra Tirón, cuyo nombre osciló en los primeros
documentos entre Lizarraga (del
euskera lizar = “fresno”), y Fresneda,
hasta decantarse por el actual bajo la influencia castellana. Considero pues,
que Oiha fue el nombre primitivo del
cauce fluvial que pasaba junto a Ojacastro y que, según fue perdiendo
importancia el idioma vasco, fue reemplazado poco a poco por su equivalente
romance de La Glera, hasta quedar el
primero casi olvidado a nivel popular.
Iglesia de Agujarte (aldea despoblada de Casalarreina) |
Para complementar todo esto, hay que decir
que en la documentación medieval sobreviven un par de citas de sumo interés. La
primera es la mención del nombre del despoblado de Ajugarte, junto a Casalarreina,
donde encontramos formas como Oggobarte u Oggabarte en 1087 y años posteriores.
Parece muy razonable interpretar el topónimo como derivado de *oiha-ubarte
= “entre aguas del Oja, isla fluvial del Oja”, con el abundante componente
euskérico uharte / ugarte / ubarte = “entre aguas fluviales, islote fluvial,
espacio junto al agua”. Este detalle refuerza la idea de que Oja era el nombre
del río.
Más importante es la cita del libro becerro
de Santo Domingo (cita que analicé por primera vez en una conferencia en
Logroño en 2010, y que publicaré más detalladamente en una obra que saldrá
seguramente este año), donde se registra la existencia en 1380 de un rincón de
Villalobar conocido como Val de Oiaco
Harana. El análisis por el euskera de esta construcción es muy sencillo, y
significa “el valle u hondonada del Oja” (donde de paso, vemos otra tautología
vasco-romance de val y haran). Esto nos confirma que la
población vascófona denominaba así al valle del río, y que por tanto el origen
del nombre es incuestionablemente euskérico, lo cual resulta esperable en lo
que fue en su tiempo la región más intensamente vascohablante de toda la zona.
Acercándonos al aspecto concreto de cómo
adquirió toda La Rioja su nombre actual, hay que echar mano también a los
documentos medievales para entender el proceso. Si exploramos la abundante
documentación catedralicia de Santo Domingo, complementándola con otras
fuentes, se puede comprobar la existencia al menos desde 1191 del ente administrativo
de La Merindad de Rioja, el cual, al
principio era conocido como la meryndat
de Burueua e de Rrioia (1270), aunque a partir del siglo XIV su parte
riojana se fue escindiendo hasta formar una demarcación independiente de La
Bureba.
Así pues, La Rioja no sería sino una
contracción de esta expresión, que en un principio sólo definía el espacio
natural del Valle del Oja, con ligeras extensiones hacia algunas localidades de
la orilla izquierda del Najerilla. Sólo sería a partir del siglo XVI cuando,
influido por diversas reformas territoriales internas de Castilla, el concepto
de Rioja comenzó a extenderse más
allá de su ámbito primitivo, hasta que a finales del siglo XVII un autor como
el padre Anguiano nos definió el territorio riojano en la mayor parte de los
límites que conocemos ahora. Con todo, hay que recordar que el proceso ni
siquiera se puede dar todavía por finalizado, ya que aun hoy sigue siendo
frecuente entre algunos cameranos no considerarse a sí mismos como enteramente
riojanos.
Al
margen de estos detalles, podemos concluir que, a nivel exclusivamente
geográfico (que no hay que confundir con los planos lingüístico, administrativo
o histórico), sí que parece razonable la idea de la existencia de una comarca
natural riojana formada por el espacio en el que discurren los arroyos del Sistema
Ibérico Norte que desaguan en el Ebro, junto con la vecina área de La Sonsierra,
aunque desconocemos por completo si tal territorio tuvo algún nombre
específico. Hace ya mucho tiempo que deseché mi teoría de que el euskera beruina
= “vendimia” y “mosto” podía conservar el recuerdo del nombre de la supuesta *Beronia, ya que la palabra vasca es un
préstamo del gascón veronha, de idéntico significado, y sin relación alguna con los
berones. Aparte, no existen citas en autores clásicos de esta *Beronia que algunos han postulado, y las
únicas referencias que tenemos hablan de la tribu o población de los berones a
nivel genérico, que no ocupaban más que una parte de La Rioja moderna.
Resumiendo lo dicho, hay motivos más que
razonables para suponer que el nombre de La Rioja proviene en efecto de un término
euskérico *Oiha que significaba
“lecho fluvial”, y que con la decadencia del idioma fue sustituido por el más
reciente de Glera / Ilera.
Posteriormente, se constituyó la demarcación administrativa de La Merindad de Rioja, que con el tiempo
fue simplificada en la expresión moderna de La
Rioja, extendiéndose a todo el ámbito que hoy en día conocemos como
riojano.
LA RIOJA, ORIGEN Y ETIMOLOGÍA DE UN NOMBRE CONTROVERTIDO.
Eduardo Aznar Martínez
así es, por fin alguien habla de la influencia del euskera en el nombre de Rioja, sin tapujos,y sobre todo sin meterse en charcos políticos, enhorabuena al autor de la entrada y a vosotros. un saludo.
ResponderEliminarentonces a quien hay que hacer caso o que teoría es la buena, ¿la de la entrada del otro día o esta?
ResponderEliminarLas teorías son lo que són, teorías. Si se cae en el error de decantarse solo por una nos acercaremos peligrosamente al juego de diferentes organizaciones, digamos, naZionalistas, que siempre usarán la cultura para hacer política y propio beneficio. Practiquemos el sano ejercicio de la historia sin meternos en "sembraos" ajenos de mala hierba. Sin olvidar, por supuesto, las comarcas riojanas hermanas y por derecho que forman parte de los territorios vecinos.
ResponderEliminarQuisiera que el administrador borrase mi comentario anterior, por una mala redacción, y conservase este:
ResponderEliminarLas teorías son lo que són, teorías. Si se cae en el error de decantarse solo por una nos acercaremos peligrosamente al juego de diferentes organizaciones, digamos, naZionalistas, que siempre usarán la cultura para hacer política y propio beneficio. Practiquemos el sano ejercicio de la historia sin meternos en "sembraos" ajenos de mala hierba. Sin olvidar, por supuesto, a las comarcas riojanas hermanas, riojanas por derecho, que forman parte de los territorios vecinos.
Lo que dice anónimo no tiene sentido. No todas las teorías son iguales. No es lo mismo la que dice que el hombre fue creado del barro por Dios, o la que dice que somos el resultado de experimentos genéticos de extraterrestres, comparadas con la teoría científica de la evolución. Unas teorías son mucho más ajustadas a la realidad que otras. Esto no tiene que ver con la política.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo.
EliminarEn referencia al último comentario de "Riojano curioso":
ResponderEliminarA mi lo que me parece lógico, leyendo el artículo, es lo referente a la tautología. La comarca de la rioja alta conservó un bilinguismo eusco-romance castellano hasta bien entrado el siglo XI, creo recordar. No sería raro que en una población de origen común la manera de definir las cosas fuese similar, solo que en diferente idioma.
Según tengo entendido en zonas de Rioja Baja (sobre todo en las serranías) el euskera también se hablaba en esa Comarca riojana.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminara mi me gustaría que tanto La Rioja, Euskadi y Navarra formaran una federación dentro de un estado republicano y federal, no tanto por su parecido origen como se refleja en este blog si no por muchas semejanzas en su cultura. La unión de estos 3 territorios, guardando siempre las particularidades de cada uno, creo que harían una federación, un estado de de gran potencia en Europa.
ResponderEliminarpues a mi me gustaría que La Rioja, Euskadi y Navarra formaran una federación dentro de un Estado republicano y federal, no tanto por su parecido origen como se refleja en este artículo si no por ciertas semejanzas en su cultura. Esta unión en federación, respetando siempre las particularidades de cada territorio, creo que lo configuraría en un estado que creo que tendría gran potencia en Europa.
ResponderEliminarLa Rioja fue parte del pueblo del euskera(Euskal herria).Otra cosa es el sentir actual, donde los riojanos se sienten castellanos y no vascos, simplemente por que ya no hablan Euskera.Estoy de acuerdo en que los riojanos podrian formar parte de una federación dentro de un estado republicano y federal con la CAV y Navarra, pero claro, para eso los riojanos deberian recuperar esa parte de su cultura, el euskera, por que es lo unico que actualmente nos uniria, y no creo que esten por la labor.
ResponderEliminarNo se que quieres decir con eso de que se sienten castellanos y no vascos.Pero te aseguro que la mayoria, aunque hay de todo se sienten riojanos unicamente.
EliminarHay quien se siente vasco, pero la mayoría de riojanos se siente solo riojanos, no vascos.
ResponderEliminarHola:
ResponderEliminarNo se donde insertar esta nota que va dirijida a Eduardo Aznar.Exoste un listado de los pueblos de La Rioja donde existe toponima vasca(y son todos o casi todos)En Quel hay un termino que se llama "La Ra'" pronunciado con acento en la ultima a.Digo yo que bien podria venir de "Larra" osea "prado".